viernes, 9 de marzo de 2012

Mi gozo en un pozo

Hoy por fin lo he conseguido. He ido a Seúl, ¡sí! Después de años deseando ir a la capital de Corea, por fin he cogido el tren esta mañana y me he plantado en el mismísimo centro de Seúl. Y mola. Mola mogollón. Una ciudad con una curiosa mezcla de edificios sacados del futuro y con castillos y palacios antiguos. Mi sueño era ver el monumento más famoso de Corea: el Namdaemun o Sungnyemun (anda, ¿eh? ¡Para que no os quejéis luego de que encima os pongo simbolitos ininteligibles!). Os explico un poco qué es "eso". Básicamente es una puerta totalmente hecha de madera y piedra del siglo XIV que daba acceso a la ciudad amurallada de Seúl. Cuando descubrí el tema de las becas de la universidad de Málaga para ir a Corea decidí averiguar un poco y me salió una foto de aquella puerta. Inmediatamente me dije que algún día la vería. Y aquí tenéis una foto de la famosa puerta:



Mola, ¿verdad? Sí, sabía que os molaría. Pues hoy, hoy iba a cumplir ese sueño. Por fin me iba a encontrar con una puerta centenaria que ha visto pasar personas y civilizaciones de toda índole a lo largo de sus muchos siglos de vida. Imaginaos mi felicidad cuando salía de un viaje de hora y pico del metro. Sí, hora y pico y en metro de una ciudad a otra. Desde la universidad hasta Seúl. Están locos estos coreanos haciendo metros de ciudad en ciudad, aunque ya aprendiese algo el metro de Málaga... En fin, sigo. Nada más bajar del tren me puse como loco a buscar un mapa en el andén para que me dijese dónde estaba el monumento. Entendedme. Hay que ser precavido. Todo sea que encima salga por la boca del metro equivocada corra calle abajo y no encuentre nada. Bien. Vale. Salida número 4. Busco la salida número 4. Miro de un lado a otro sin parar ¿Dónde está la puñetera salida?, ah, bien, ahí hay una flecha que me señala el camino de tan ansiado encuentro. Tras una caminata que me parece eterna encuentro las escaleras. ¡Por fin! Me da el viento frío en la cara. Me da igual. Decido subir tranquilamente. Hay cosas en la vida que lo mejor que se puede hacer es saborearla. Aunque te de un viento que te congele las mejillas. Bien, subo, ya empiezo a escuchar el ruido del tráfico. Ya queda poco. Unos peldaños más. Ya. Miro al frente y... ¿ein?, ¿qué hace un bloque gigante blanco en medio de la plaza?



Dudando de que me había equivocado de lugar decido mirar las avenidas que cruzan la plaza hasta donde me permite la vista. Nada. Sólo rascacielos, más rascacielos, coches. Miro al otro lado. Lo mismo. Sólo está ese bloque gigante en mitad de una marea de coches y autobuses. Mi curiosidad me pide a gritos que vaya y vea qué está pasando ahí. Me acerco y veo fotos de la puerta con letras en coreano ¿Una exposición en mitad de la calle?, pero ¿por qué la han distribuido por siglos? A ver, miraré sólo las imágenes y dejaré los carteles en coreano para luego. Bien, pinturas del diecinueve, ajam, fotos del siglo XX, sí, años 30, 40, ahora vienen los 50, muy bonito lo que había en los 70... interesante... pasamos a los 90, siglo XXI y... ostras... Que quemaron la puerta. Sí. La quemaron a base de bien. Hace un par de años que un pirómano quemó la puerta. Había olvidado que un viejo coreano decidió un buen día echar una lata de pintura altamente corrosiva al edificio y darle fuego a todo lo que pillase. Y solo para mostrar su cabreo con el gobierno coreano... Genial. Mi gozo en un pozo. En ese momento pienso en mandar recuerdo a los familiares de ese señor. No son recuerdos gratos por si os preguntáis. Así se quedó el edificio hace poco más de cuatro años:



¿La razón de todo eso? muy simple: dinero. Parece ser que el gobierno compró a ese señor, conocido como Mr. Chae, unas tierras que él tenía. Desconozco el lugar de esas tierras, la razón, cómo se desarrollo el negocio y el dinero que recibió ese hombre. Pero por su reacción a la hora de quemar el edificio se intuye que desde su punto de vista discernía que la cantidad no era suficiente. Debido a ese terrible egoísmo por parte del gobierno, Mr. Chae cogió el toro por los cuernos y quemó todo un símbolo de Corea con una simple lata de pintura. Con un par.

Bueno. No pasa nada. Dicen que este año acaban de restaurar la obra. Cruzo los dedos. Mi intuición me dice que está muy bien eso de cruzar los dedos. También me dice que las probabilidades de verla en estos cuatro meses son bajas, muy bajas. No es cuestión de pesimismo, pero el detalle de ver la plaza como si hubiese caído una bomba me hace creer que tardarán un poco. Pero volveré para verlo, eso seguro. Es hora de subir calle arriba. Hay todavía mucho Seúl por ver.

1 comentario:

  1. Dios, lo que hizo ese hombre es una aberración. Me parece bien protestar y no aguantarse ante un trato injusto, pero quemar un monumento tan simbólico y tan precioso es una lástima y una sandez. El gobierno seguirá tan tranquilo y tus compatriotas se verán privados de parte de su historia.

    Pero bueno, al menos lo están reparando y no lo van a derribar y poner en su lugar cualquier cosa chorra de arte moderno, algo es algo. A ver si hay suerte y te da tiempo a verlo antes de volver.

    ResponderEliminar