jueves, 5 de abril de 2012

Una historia olvidada

Existen millones de historias que sirven de inspiración para la persona normal y corriente, sobre todo del mundo del deporte. Millones de personas tienen a Messi como ejemplo a seguir, otros tienen a Nadal, Senna, Federer, Seve Ballestero, Jordan, Raúl y un largo etcétera. Sin embargo, la cosa cambia si hablamos del atletismo, un deporte manchado por el dopaje y en el que todo sus deportistas (incluido los mejores) son tratados como sospechosos en todo momento. Me atrevo a decir que muy poca gente tiene a los atletas como un ejemplo de superación. Y de haberlos, la mayoría de los casos serán de figuras míticas como Michael Jonson o Usain Bolt.



Sin embargo, existe en Corea la historia de un hombre que es un ejemplo de superación y de esfuerzo. Su nombre es Sohn Kee-Chung y fue un deportista que dio todo por su país desde el atletismo. Fue en 1914, en Sinuiju (Corea del Norte) donde nació Sohn Kee-Chung y su comienzo fue muy difícil. A principios del siglo XX Corea fue colonia de Japón por lo que Sohn recibió una educación tradicional japonesa (tuvo que aprender coreano a escondidas). Empezó desde muy pequeño a correr, lo hacía contra sus amigos que iban en bici y era tan bueno que sus profesores decidieron mandarlo a Seúl. Ya el entrenamiento en la capital fue muy peculiar. Su preparador, Lee Sun-il le hacía correr con bolsas de piedra y con los bolsillos llenos de arena para que mejorase. Sí. A mí también se me ha venido a la cabeza la imagen de Picolo entrenando a Son Gohanda.

El entrenamiento dio sus frutos y al poco tiempo empezó a competir. Entre 1933 y 1935 participa en 13 maratones de los que gana diez. De hecho, llegó a marcar el récord mundial de aquellos años al conseguir acabar el maratón de Tokio en solo 2h25:14. Desde ese momento olía a medalla porque acabó el trayecto cinco minutos más rápido que Zabala, el argentino que ganó la medalla de oro en los anteriores juegos. Gracias a sus éxitos deportivos, Japón decide para el año siguiente incluir a Kee-Chung en su delegación para los Juegos Olímpicos de Berlín.




Lamentablemente, Sohn no pudo competir con su nombre. Le dieron el suyo en japones: Son Kitei. Durante sus días en Alemania, Sohn nunca usaría su nombre en japonés y firmaría el suyo verdadero con letras coreanas e, incluso, pintaría su bandera en junto a su firma. También intentó explicar una y otra vez a los periodistas que él era coreano y no japonés, pero su traductor ignoraba esa parte por lo que los periodistas nunca sabían lo que decía. A pesar de todo, Sohn hizo lo que sabía. Corrió el maratón y consiguió la primera medalla de la historia de Corea. Y encima de oro.


Además de su medalla, Sohn recibió un casco de bronce griego original. No obstante, sus entrenadores japoneses decidieron dejar el premio en Alemania, por lo que Sohn tardaría muchos años en recuperar el casco. Fue ya avanzado en 1986 cuando se le devolvió lo que le pertenecía. Y finalmente la donó al Museo Nacional de Corea:



Y ahí me lo encontré yo el otro día cuando fui a ese museo.

Y tras su medalla, ¿qué hizo? miles de cosas más. Tampoco me voy a explayar más, pero sí diré que entrenó al coreano que ganó el oro del maratón de los juegos de Barcelona. Mola descubrir historias como estas.

P.D: Y ya que estoy voy a derribar un mito. En las Olimpiadas del 36, Hitler sí saluda a Jesse Owens. No le estrecha la mano (nunca lo hizo con nadie), pero sí le saludó. Lo que sí pasó y no se cuenta es que Roosevelt no quiso invitar a Owens a la Casa Blanca después de los juegos.

2 comentarios:

  1. No sabía yo lo de Owens y Hitler, es curioso como el mito da una vuelta de 180º.

    La historia de Sohn Kee-Chung está chula, se merece una película al estilo de "Carros de Fuego".

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